La obra de cabecera es propiedad de la pintora naif Aniko Szabo y se llama Campo. Es la obra que más me agrada de todas las suyas. Melan

jueves, 15 de octubre de 2009

Reencuentro al costado del camino


                                                                       I

Gloria no podía creer lo que habían hablado ella y Juance la última vez, se sentía flotar, por fon después de ya no se acordaba cuántos años, se encontrarían. Volvería a verse con Juance. La excusa de él, uno de sus smanales viajes a Córdoba por trabajo, ese año habían sido habituales y cada vez que le contaba a Gloria que estaba en tal o cual ciudad de esa provincia, la cabecita loca y rápida de Gloria hilvanaba sueños de reencuentro. Pero había que buscar la ocasión, no era fácil, no tenía muchas opciones de viajar en esa época de su vida. En esos años trabajaba y estudiaba, pero las grande y desfiantes locuras se le ocurrieron mucho después, cuando ya estaba jugada en su matrimonio y en su vida.
Toda su vida era monótona, salvo los martes y jueves que eran los días que no trabajaba y compartía el día entero con sus hijas. Podía darles el almuerzo y recibirlas con la merienda y además gozar de su compañía que era la única que amaba en esa casa. La vida con su marido en ella era insoportable.
Juance era su amor adolescente, el joven de quien había sido separada drásticamente sin ningún miramiento ni oportunidad de decisión a los dieciseis años, estando enamorada como solo se puede estar en esa etapa de la vida, con toda el alma, con todo el corazón, con todo el cuerpo, aunque en los tiempos que corrían en ese entonces el contacto corporal era mínimo. No era importante aún para Gloria y de hecho nunca fue lo más importante en el amor que le tuvo a Juance.
Pero ahora, se presentaba una oportunidad de que la antigua relación que duró como noviazgo, de los antiguos, sólo seis meses y luego fluyeran semanalmente las cartas, más tarde un silencio de tres años y luego nuevamente las cartas y luego un silencio de más de diez años, hasta que un día ella decidió buscarlo, encontrar su teléfono y lo llamó.
 A partir de allí, todo fue distinto para Gloria, pudo con esas llamadas semanales que tenía con Juance, soportar un matrimonio que terminó durando veintitrés años, pero que fueron suficientes para que sus dos hijas, sobre todo la mayor viviera en familia hasta el final, un final inesperado que no debía haber ocurrido pero así fue, la hija mayor de Gloria partió a los dieciseis años víctima de una leucemia y fue justo en ese año en que Gloria aún sin conocer que quizás ya tenía esa enfermedad, armó el viaje a San Juan que sería el que le permitiría el encuentro con Juance.
 El padre de Gloria vivía hacía poco tiempo en San Juan con su segunda esposa, con la cual no simpatizaba para nada, pero decidió ir a verlo ya que su padre no estaba muy bien de salud, nada importante, pero sabía que su padre se pondría feliz.
 Gloria lo reconocía el verdadero motivo del viaje era encontrarse con Juance a mitad de camino entre San Juan y Córdoba. Viajó a San Juan dos día antes, estuvo con su padre y el día establecido con Juance de acuerdo a su viaje de trabajo, cuando él volviera en la madrugada se encontrarían en la Parada de micros, donde Gloria bajaría y luego de cinco horas tomaría otro de regreso a Buenos Aires.
  Recuerda todos los detalles de ese viaje ansiado, compró ropa especial para el caso, no sólo su ajuar sino también su larga falda negra, su sweter largo y de hombros anchos y gran cuello polera de lana de angora, un detalle que resultó importante luego y para terminar el conjunto un abrigadísimo camperón de gamuza con capucha con cuello de zorro fue su vestimenta de ese día. Se veía linda y eso era lo que buscaba, Juance debía verla así, ella deseaba que no se arrepintiera de ese encuentro y al mismo tiempo que pensara que el paso de los años no habían sido para dañarla sino todo lo contrario para mejorarla. Y en este punto, Gloria siempre pensó que esos fueron sus mejores años como mujer, cuando mejor estaba su figura y sus facciones, su cabello y sus piernas y lo que es más importante, su estado anímico. No sería exagerado decir que en ese año 1994, Gloria gozaba de la plenitud de sus cuarenta y un años que en realidad parecían menos y que además esa plenitud no era sólo física, mucho más lo era como mujer en todo sentido y sobre todo como se ha dicho antes su ánimo, su psiquis, estaban pletóricas.
Si hemos de decir la verdad esta quizás fue hasta pocos meses después la mejor edad de Gloria, sólo hasta pocos meses después, luego, bueno, es otro tema.
Se despidió de su padre con premura al mismo tiempo que con tristeza, siempre le pasaba cuando iba a visitarlo, no estaba tan anciano, pero su enfermedad lo hacía parecer uno de ellos. Su débil figura parada saludándola en la parada cuando el micro partía es una imagen que Gloria tiene calada dentro de su mente, de su corazón y de su alma para siempre, Gloria amaba y ama a su padre de una manera especial. Siempre lo sintió como su protector y cuando el partió apenas medio año después de este viaje, no pudo llorarlo suficientemente, un dolor mayor aún lo tapaba todo y al fin más que llorarlo, le agradecía, porque sentía que iba a acompañar a su hija que partió también unos pocos meses antes.
Pero todo esto son historias de otras historias y en ésta la idea es contar el reencuentro de Gloria y Juance después de más de diez años.

                                                                     II

A la hora establecida por la empresa el micro llegó al pueblo donde se econtrarían. Gloria llevaba tan solo un bolso muy chico, así es que no tuvo que sacarlo del empaque, sólo bajó y lo buscó con la mirada, no lo encontró. Se decidió a acomodarse en un rincón del andén cuando escuchó su voz que le decía "Hola chiquita", ese chiquita era sólo suyo, y esa voz aún con el paso de los años, era inconfundible, no le había fallado, allí estaba Juance.
Le tomó el brazo, subieron al auto y tomaron la ruta. Conversaron diversas cosas, naderías, nimiedades para llenar el shock del primer momento. Sus conversaciones telefónicas habían sido siempre tranquilas hasta ese momento, por lo tanto no presagiaban qué podía suceder en ese viaje. Pero Gloria esperaba que sucediera todo, por lo tanto pensó que Juance ya tenía un hotel buscado y previsto para la ocasión, más aún teniendo en cuenta que tenían sólo cinco horas hasta que llegara el micro que partiría a Buenos Aires.
Gloria empezó a notar que él continuaba por la ruta o retrocedía  sin rumbo fijo, se dio cuenta que no había habido una preparación previa para otra cosa que no sea verse cara a cara y conversar. Ah...no, pero ella no se quedaría por lo menos sin un beso, los recordaba y los deseaba desde que tenía dieciseis años y ahora tenía cuarenta! Vaya si había acumulado deseo de besos por lo menos. Y ante la quietud de Juance en este sentido, fue Gloria quien inició el tema, literalmente le pidió que la besara. Inmediatamente él lo hizo y allí demostró recién que también él por lo menos en ese momento los estaba deseando.
Lo que siguió fue una larguísima sesión de besos y caricias, de suspiros y calor, de ardientes y enardecidos besos de amor y de deseo como muy pocas veces se vio,  cinco horas casi, de besos y caricias que se parecían mucho a las prodigadas mutuamente en la adolescencia, con algunas pequeñas nuevas variantes, pero que conformaron a Gloria igualmente, sin dejar de imaginar que el encuentro carnal definitivo entre ellos estaba destinado al fracaso, nunca se produciría. Éste fue, es y será para toda la vida un amor platónico pensó.
Llegó la hora de la partida, él le manifestó una disculpa de que no conocía el pueblo como para poder estar en otro lugar, más tranquilos, Gloria siempre se quedó con la duda de si no había querido preparar nada por no conocer el pueblo o por no estar seguro de querer estar con ella en intimidad hasta no verla, situación que puede ser por lo demás, absolutamente entendible y lógica, el paso de veinticinco años en la vida de una persona sin haberla visto pueden haber dejado rastros que quizás no se quiera investigar demasiado.
Gloria lo entendió, aunque para ella era distinto, Juance estaba tan lindo y apuesto como siempre, la incipiente madurez lo había a su mirar mejor aún, pero para Gloria, Juance era Juance así o sin cabello y con panza. Su amor superaba ya todo matiz estético, su amor salía de su alma, sus cuerpos eran secundarios, tan secundarios que si no podía estar nunca con él no importaba, a ella la hacía feliz el sólo hecho de que él la llamara y saber que también la quería un poco todavía.
Volvió a su casa con el corazón desbordante de felicidad, faltó el sexo es cierto, pero fue tanto lo que se entregaron en besos y caricias en susurros, en palabras, que ella, una mujer no demandante al extremo en cuanto al tema sexual se trataba, igualmente había quedado satisfecha y pletórica. Quizás era mejor pensaba entonces, la primera vez tenía que ser así.

                                                                       III

Al día siguiente a su llegada a su casa recibe una llamada de Juance, estaba muy bien también, aunque quizás un poco defraudadod de sí mismo en cuanto a no haber buscado un lugar para estar juntos, quizás recién dentro de ese auto, al costado de la ruta y en la madrugada pudo conocer a la Gloria adulta y pudo darse cuenta que podía haberle dado mucho más de haber estado en un cuarto de hotel.
 Pero lo más gracioso, por lo menos para Gloria, fue escuchar que cuando llegó a su oficina en la mañana sus compañeros de trabajo le preguntaron qué tenía en la camisa que estaba llena de pelos, lo tomaron a risa de que lo había atrapado un gato (no conozco las connotaciones de esta broma pero Gloria se las imaginaba). El hecho era que nuevo sweter negro de angora había dejado sus huellas en su camisa, ya que ambos se habían sacado los abrigos, por supuesto que de contar con un cuarto esto no hubiera ocurrido.
Y este es final de esta historia que Gloria no hubiese nunca querido que se escribiera pero así sucedió. Un día de esa misma semana, mientras aseaba su cocina y sus hijas se hallaban en la escuela, recordaba los momentos vividos junto a Juance y su fé católica le transmitió la culpa, no estaba bien lo que había hecho, ambos eran casados, pero ella lo amaba tanto y desde hacía tanto tiempo! que atinó a elevar su cabeza al cielo y decir una plegaria, "Dios! no me quites nada de lo bueno que tengo!".
Volvieron sus hijas del colegio y las abrazó con mayor regocijo y amor que nunca y agradeció a Dios haberle mandado esas hijas que tanto amaba y que como ella decía eran su óxigeno para su existencia.
A la semanda siguiente recibía el diagnóstico de leucemia de su hija luego de apenas unas horas de sentirse mal, al mes y medio su hija mayor partía para siempre.
Su alma desolada sintió además de dolor una inmensa culpa, pero al mismo tiempo tuvo y todavía tiene a veces un antiguo enojo con Dios, que ora se atempera y ora regresa, porque no entiende por qué prodigó un castigo tan grande por solamente en ese momento haber dado tanto amor en besos. No lo entendía y todavía no lo entiende muy bien. Gloria aún, a pesar de su inmenso amor y fe en Jesús y en María no comprende muy bien las actitudes del Padre. Ella siempe piensa que cuando llegue a su encuentro deberán tener una charla con detalles al respecto.


Melan.

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