La obra de cabecera es propiedad de la pintora naif Aniko Szabo y se llama Campo. Es la obra que más me agrada de todas las suyas. Melan

jueves, 24 de septiembre de 2009

El viaje de Mariana




¿Cómo empezar un cuento si ni siquiera tengo los personajes? Tampoco está la ubicación ni el tiempo en el que se debe desarrollar la historia...uffa...decía Mariana, tengo que escribir un cuento y no sé por donde empezar.Menos mal que debo entregarlo pasado mañana, tengo tiempo. A ver, a ver, bueno...podría imaginarme una niña como yo, de diez años, que tiene que hacer como tarea un cuento y que no sabe cómo empezar...Hasta ahí vamos bien, pero cómo sigo?  Humm...creo que voy a seguir después de merendar dijo mirando el reloj de su mesita de luz, son las cinco, tengo hambre, qué raro que mami no me llamó todavía para la merienda, mejor bajo yo.
Bajó corriendo las escaleras y llamó a su mami, -mami!-, -mami!- tengo hambre! no está la merienda? No encontró enseguida a su mamá, aunque notó ciertas cosas raras en el ambiente. Los muebles no eran los mismos, las cortinas tampoco y las ollas...uyy...qué risa qué raras eran...
De pronto se abrió la puerta y apareció su mamá, pero vestida de una manera rarísima, tenía una larga pollera, un delantal, una blusa de amplias mangas y sobre la cabeza una especie de pañuelo arruchado en los bordes, cuando la vió iba a preguntarle pero su mamá apurada venía con una gran cafetera plateada y le decía pero Marianita! cuánto tardaste en bajar! Hace rato te estoy llamando, tuve que ir a calentar de nuevo la leche y...además...qué tenés puesto? de dónde sacaste esa ropa? Ayy...Dios mío otra vez jugando al teatro y a tus personjes. Sacate ese pantalón antes de que venga tu padre y te vea así vestida, parecés un varón. Marianita que no entendía nada porque tenía puestos uno de sus jeans de siempre, subió corriendo las escaleras buscando ponerse otra cosa y grande fue su sorpresa cuando vio que en su placard que tenía un aspecto distinto también como todos los muebles de la casa, encontró con que sólo había vestidos y blusas de distintos colores, todos suaves y de una tela muy suave también. Junto a cada percha de cada vestido colgaba un pañuelo igual al de su mamá, con los colores acordes al vestido. Eligió el que más le gustó, se lo puso y se miró al espejo, se vió igualita a los dibujos de esa nenita que su hermana mayor tenía por todos lados, de cuando era chica. No quiso pensar en nada más, su estómago le pedía su cereal y su leche. Bajó hasta la cocina y su mamá le tenía preparada la mesa, pero no estaba su cereal preferido en su lugar había un enorme tazón con café y mucha leche y en varios platitos su mamá había distribuido pan, grandes bizcochos que se veían apetitosos, manteca, miel y unos dulces.
Comió todo sin preguntar y salió a jugar un rato al patio. Ahhh noo...esto ya se estaba poniendo demasiado raro, en lugar de su gran jardín, su hamaca y su bicicleta, había todo alrededor un enorme campo y donde debían estar sus juguetes, unos raros instrumentos que intuyó eran para trabajar ese campo. Vivía en medio del campo! Pero ... ¿cómo podía haber pasado esto? Si ella vivía en una hermosa casa, bueno la misma pero muy moderena y en un lindo barrio de la ciudad. No entendía nada, todo estaba transformado, su casa, sus ropas, su comida y sin embargo su mamá no notaba nada...qué ocurría?
Se puso un poco triste y pensó que lo mejor sería que fuera a ver a su mamá y le contara lo que le pasaba, ella entendería, aunque...dudaba un poco de que ella misma entendiera qué pasaba.
Volvió a la casa, no encontró a su mamá, pero en cambio, en un antiguo sillón vaivén había sentada una señora ancianita, que Marianita reconoció en parte, cuando estuvo frente a ella terminó de darse cuenta quién era...su abuelita Mariana! por quien ella llevaba su nombre estaba allí!. Se alegró de encontrarse con alguien a quien conocía muy bien y a quien amaba tanto...Decidió contarle a ella lo que le pasaba, así fue como se enteró que su abuelita desde el Cielo aquella tarde en su habitación la había escuchado sobre su falta de inspiración para su tarea del cuento y entonces decidió ayudarla y la llevó nada menos que al pasado, a setenta años atrás cuando ella misma tenía su actual edad y nadie se había dado cuenta porque ella era igual a su abuelita cuando era chica y su mamá era igual a ella. Todas las mujeres de su familia eran muy parecidas entre sí, Su bisabuelita que fue la que en realidad le dio la merienda no notó para nada la diferencia salvo lo de la ropa que lo tomó como un juego común de los que tenía su hija.
Mariana entendió todo, agradeció mucho a su abuelita su ayuda y ambas se fueron a recorrer un poco más la casa de campo, donde su abuelita aprovechó para mostrarle infinidad de pequeñas cosas que ella tenía cuando era chica y de juguetes de aquella época con los cuales jugaba, como asimismo los animales que criaban y todo lo que había sido su niñez.
Se apuraron porque ya se acercaba la noche y después de cenar, Mariana iría a dormir y allí en la noche el sortilegio de la vuelta al pasado terminaría.
Así fue como al despertarse para ir a la escuela, miró rápidamente a su alrededor y vio todo otra vez normal, sus muebles, su ropa, su casa en general, bajó rápidamente a contarle a su mami, y lo hizo mientras desayunaba, a lo que su mami con dulzura la miró y le dijo que había tenido un hermoso sueño. Mariana se quedó pensando que a lo mejor su mami tenía razón y que aquello que ella sintió como tan vivo no había sido más que un dulce sueño con su abuelita. Dudando entre esta nueva idea o su seguridad anterior subió nuevamente a su habitación esta vez apurada a buscar su mochila porque ya se hacía tarde, la encontró como siempre sobre su escritorio, pero esta vez, a su lado había una hermosa muñeca de porcelana con un largo vestido cuadrillé, delantal y una cofia que le cubría la cabecita. Mariana la miró y sus ojitos brillaron de la emoción, miró hacia arriba y dijo -gracias abuelita-, sentó con cuidado a su nueva muñeca y salió corriendo porque ya el micro tocaba su bocina para partir al cole. Ese día Mariana al volver de la escuela escriibió el mejor cuento de la clase, tanto que no sólo sacó un diez, sino que fue felicitada frente a todos sus compañeritos porque su cuento, no sólo era entretenido sino que había enseñado costumbres del pasado de su pueblo.


Melan


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