La obra de cabecera es propiedad de la pintora naif Aniko Szabo y se llama Campo. Es la obra que más me agrada de todas las suyas. Melan

domingo, 20 de septiembre de 2009

AMOR Y DESTINO

                                                 I
La vida de Gloria transcurría monótonamente a pesar de su edad, 14 años, una edad que debiera ser pletórica y feliz, pero ella no, ella no lo era. Sus días eran todos iguales, su casa con su madre despótica, su padre ausente, su hermano menor ocupado en su fútbol y su escuela, en la cual ella era lo que hoy llamarían una joven nerd.
Siempre había sido así, recordaba su infancia con tristeza, una niña callada, sumisa y muy castigada. Esa infancia había marcado su personalidad, o por lo menos la había arrinconado en lo más profundo de su corazón y de su mente para transformarla ya tan chica, en una niña de mirada triste, todavía hoy lo notaba mirando antiguas fotografías de la época.
Ese día como todos los hábiles de la semana, volvió a su casa del colegio, sin otra novedad que algún nuevo diez en sus notas, lo cual ya más que alegría u orgullo le producían rechazo, porque representaban y eran un poco el resultado de su vida de adolescente solitaria y triste.
Prendió la televisión, miró la serie que gustaba ver a diario y luego de merendar se retiró a su habitación a hacer su tarea, pero además esto significaba poder también dedicarse a su entretenimiento favorito, la fantasía.
Sí, Gloria tenía muchas fantasías, desde muy niña había descubierto esta práctica como modo de escabullirse de la apatía, de la abulia, del aburrimiento que era su vida sin amigos y sin diversiones de ningún tipo.
En su etapa infantil cada vez que su madre la castigaba injustamente, que era siempre, porque ella era una niña tranquila y dulce, repetía una fantasía que como un sueño se había transformado en recurrente, la llamaba la de la casita voladora. Soñaba despierta que huía de su casa y se llevaba a su hermanito para salvarlo también a él de las garras de la bruja (que en su fantasía era su madre) y con esta casita elevada en el cielo y pudiendo recorrer el mundo se alejaba de aquella madre que tanto la hacía sufrir.
Su casita tenía todo lo necesario como para pasar mucho tiempo allí y no tener que bajar para nada y su mayor satisfacción era ver desde arriba como su madre arrepentida reclamaba por ella y su hermano.
Esa tarde luego de hacer su tarea, se había enfrascado en otra de sus tantas fantasías ya a esa edad, esta vez Paul M'Carty se enamoraba de ella y la llevaba muy lejos de esa vida apagada y sin amor que sentía vivir.
Pasaron así algunas horas y llegó la noche y con ella su papá que tan poco se veía en la casa y que ella tanto añoraba que estuviera. Su presencia la calmaba, su madre nunca les pegaba cuando él estaba y además, su padre era como un héroe para ella. Él conocía ese mundo que ella jamás había visto más que para ir al médico. El mundo de la ciudad, el de los colores, los negocios, la música y la alegría. Ella adoraba a su padre, él nunca le había pegado, jamás la maltrataba de ningún modo, ya grande ella y fallecido él, lo recordaba y no podía hacer que vinieran a su mente más que imágenes de ternura y protección por parte de su padre. Así era él.
                                                    II


Aquella noche llegó y ella salió a su encuentro estirándole sus brazos para el gran abrazo que cada noche le regalaba sólo porque lo amaba y era feliz de sólo verlo. Ya no le preguntaba como cuando era niña qué le había traído ese día, pero igualmente ella sabía que siempre algo traía. En ese tiempo siempre le gustaba cuando le llevaba unos grandes medallones de crema de menta bañados en chocolate, su verde papel brillante le hace recordar a su padre hasta el día de hoy.
Su madre ya había terminado la cena y toda la familia se sentó a la mesa familiar. Cenaron lo de siempre y al terminar su padre les dijo que tenía una sorpresa para todos. Los ojos de la dulce adolescente perdieron por un instante su tristeza habitual para dar paso a una mirada de sorpresa que esperaba ansiosa la sorpresa prometida. No lo olvida más, su padre dijo textualmente: "nos vamos al Chaco".
Su corazón saltó, pero no podía comprender si era de tristeza, miedo, o ....alegría. Escuchó atentamente los pormenores que su padre explicaba sobre los motivos de este viaje de trabajo y a vivir a esa provincia alejada y desconocida totalmente para ella y allí lentamente comenzó a sentir por ese lugar un sentimiento que no se iría jamás de su vida. Comenzó a cambiar su estado de ánimo, comenzó a modificar sus fantasías por realidades, sabía que tendría que mudarse y eso ya la hacía feliz, sabía que tenía que cambiar de escuela y de compañeros, pero qué más daba, ella no se sentía atada a nadie ni a nada en ese lugar, su escuela para ella era la más aburrida del mundo, recién se había inaugurado y sólo tenía tres divisiones, primero, segundo y tercer año. Ella se encontraba en segundo año y por cierto que si bien dejaría un lugar donde tenía excelentes notas, esto era lo que menos le importaba, porque más allá de su excesivo tiempo para estudiar ya que no tenía amigas ni amigos ni salía nunca a ningún lado; lo cierto también era que le gustaba estudiar y aprender y que eso lo hacía con gusto, por lo tanto no la asustaba el cambio porque sabía que sus notas no bajarían, dependían de ella y en eso era muy segura. Exaltada con la novedad se fue a dormir. Esa noche no necesitó sus fantasías. La realidad comenzaba a cambiar y ella en esos momentos no podía imaginar cuán infinitamente y para siempre en su vida cambiaría ese viaje su realidad.


                                                 III


Ya al día siguiente de ese noviembre a pocos días de terminar las clases se sintió feliz dándole la novedad  a sus compañeras, sólo dos de ellas serían las que más extrañaría, se los dijo y ellas coincidieron en lo mismo. El tiempo lo demostró, fue con las únicas que mantuvo la amistad durante toda la secundaria y con una de ella hasta la encontró una vez y pudieron verse por un tiempo.
Contó también al resto de sus compañeros su novedad, pero como de costumbre no les importó nada, a ella tampoco la actitud de ellos, ya estaba dejando de sentirse parte de ese mundo, en realidad nunca lo había sido, concurría a esa escuela pero era sólo eso concurrir para adquirir conocimientos pero nunca hubo ningún tipo de integración social en esos dos años de ser alumna de esa escuela secundaria nª 1, la diferencia es que ahora se estaba dando cuenta y eso en lugar de entristecerla la hacía feliz.
Terminaron las clases, como todos los años, tuvo las mejores notas de la división, su madre tuvo que ocuparse de todos los trámites del pase al colegio al que ingresaría en tercer año comercial en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña, provincia del Chaco, destino al que había sido asignado su padre en su empleo y lugar en el que trancurrirían físicamente los próximos dos años, pero no podía adivinar en esos instantes que emocionalmente viviría allí toda su vida.




                                                   IV


Llegaron en febrero, un febrero caluroso como pocos en esa pequeña ciudad del centro mismo del territorio chaqueño.
Debieron vivir unos días en un hotel y luego cuando llegaron los muebles desde Buenos Aires, ya pudieron ubicarse en la casa asignada para la familia, la cual se ubicaba en un barrio de integrantes del empleo de su padre.
Recuerda siempre que la primera vez que salió fue nada más que a la siguiente mañana a inyectarse la vacuna correspondiente para poder ingresar al colegio. Ya allí vislumbró levemente lo que quizás, para ella en esos momentos, sería un buen año escolar. Conversó con dos chicas de su edad que iban al mismo colegio que iría ella y recordó siempre haber tenido una charla muy amena y, cosa rara para su costumbre, haberles caído simpática y haber sido ella misma muy conversadora, esto último una cualidad que no descubrió en sí misma sino hasta haber pasado esos años en la que sería su querida Sáenz Peña.
 A los pocos días comenzaron las clases. El primer día ya, y esto sería una costumbre habitual en toda su estadía, la pasaba a pasar a buscar un coche de la empresa que ya venía con una chica y un chico de su edad arriba y a los tres el chofer los distribuía en sus respectivos colegios. Se llamaban Ana y Beto  y resulta extraño pero lo costó más hacer amistad con ellos que con sus compañeros de colegio, olvidé aclararlo; Ana era de La Pampa y Beto de Buenos Aires como ella.
El chofer, un hombre grande ya pero sumamente afable, comprensivo y paciente, (luego sería su compinche de sus inocentes aventuras adolescentes), la dejó a Gloria por último en su colegio, el Colegio Comercial, bajó del auto, entró y miró a todo su alrededor, todo era extraño y nuevo pero le gustó.



                                               V


Antes de que tocara el timbre se sintió muy sola, todos cuchicheaban con sus antiguos compañeros, en ese primer encuentro después de los tres largos meses de las vacaciones de verano y nadie reparaba en su presencia. Se dedicó a recorrer un poco el patio y merodear el colegio todo ya que no había ido antes para hacerlo. Le gustó la entrada y las aulas, no tanto el patio porque no tenía un buen piso, pero sí le encantó una morera debajo de la cual había un banco de piedra en el que se sentó y allí, muy queda y sola esperó la hora de entrada. No pasaron muchos minutos hasta que tocara el timbre, buscó preguntando su lugar, sabía que pertenecería al tercero B y se ubicó en la fila correspondiente. Se presentaron las autoridades, directora y rector, tan antipáticos y punto de bromas de los alumnos como en todos lados y luego conoció a su preceptora que fue la primera que le dio la bienvenida y la que le indicó su aula. Estaba en el primer piso y tenía una gran ventana que daba al patio pequeño de un vecino. Nunca lo olvidará porque el vecino guardaba allí dos pajarracos que le parecieron horribles, unas gallináceas enormes llamadas charatas, que graznabn justamene ese nombre ¡¡charata!! ¡¡charata!! toda la mañana, motivo por el cual debía mantenerse cerrada la ventana si la idea era aprehender algo de lo que los profesores intentaban que aprendieran.
Se sentó en el primer banco, con la idea de estar bien atenta a las explicaciones de los profesores y porque no tenía a nadie con quién sentarse. A su lado, luego se sentó una chica llamada Graciela, que terminó siendo su gran amiga y que era una excelente atleta pero jamás estudiaba.
Luego de unos minutos de entrar y mientras esperaban al primer profesor todos conversaban y ella se dedicó a mirar a su compañeros, al curso entero, pero especialmente a los varones y allí lo divisó y lo eligió, sí se dijo a sí misma  "ese es el chico más lindo, ese chico me gusta", mientras el tal chico no cesaba de hablar y hacer bromas entre sus compañeros varones, ya que todos se sentaban juntos en el lado de la pared de la ventana, mientras que las chicas lo hacían en el sentido contrario.
Llegó el primer profesor, que de inmediato tomó en cuenta la nueva alumna y no dejó escapar un leve tono de desagrdo por su origen porteño, situación discriminativa entre porteños y provincianos que se desarrollaba y aún se hace aunque en menor medida, recíprocamente. Gloria se quedó con la impresión después de esta hora de clase, la primera de su estadía allí, que las cosas no serían tan fáciles como las había imaginado. Además, aunque ella no lo había previsto y pensó que no sucedería, extrañaba a sus compañeros, en realidad, después ya adulta lo comprendió, no eran las personas a las que extrañaba, sino a su hábitata habitual, a su entorno social, que sin ser ni mejor ni peor que este, solamente era distinto y mal o bien era al que ella había pertenecido y ahora se sentía que habí perdido su estado de pertenencia a un grupo, a un estrato social, algo que es mucho más grave y doloroso en la adolescencia que en cualquier otra etapa del devenir humano. En pocas palabras, Gloria se sentía sola y así en ese estado, bajó las escaleras y así desvalida de amigos y compañeros con quien departir las viscisitudes del verano y vacaciones, decidió sentarse en el banco bajo la morera y observar...fue allí sentada en aquel lugar donde por primera y única vez se le cayeron dos lágrimas en las mejillas. La soledad de una adolescente en medio de una multitud de amigos adolescentes es comprensible, Gloria no debía haber pasado por esto, pero el tiempo le mostraría más adelante que sus padres no eran capaces de pensar en sus sentimientos. La querían sí, y mucho, pero sus capacidades no alcanzaban para el análisis psicológico y emocional de sus hijos. No pudieron o no quisieron ocuparse de ello y en esto por lo menos a Gloria, le hicieron mucho daño.
Las lágrimas no tuvieron oportunidad de continuar en llanto, allí se quedaron porque enseguida, nunca supo Gloria si por ellas o por simple bonanza, dos chicas se le acercaron y comenzaron a hablarle, a preguntarle de dónde era, cómo se llamaba y demás. También es cierto que era un tanto lógico, era la única alumna nueva y era de Buenos Aires, esto último sobre todo tenía para aquellos jóvenes chaqueños una connotación particular, estaban alertas, querían conocer a "la porteña" como ella se enteró después que la llamaban, en realidad despreciaban a los que venían de Buenos Aires y tenían sus motivos para estar alertas, siempre los porteños y sobre todo los muy jóvenes habían sido muy petulantes y creídos, siempre su trato era de menosprecio al habitante de esa alejada provincia argentina muy poco conocida y con muy poco por conocer. Fue Gloria quien entre pocos quizás, pudo darse cuenta que esa provincia no tendrá imponentes bellezas naturales, pero tiene un caudal de gente de tanto valor intrinseco, de tanta generosidad, de tanta calidez y de tanta sensibilidad que solamente cuando uno se presenta con una semblanza humilde y abierta y tiene la suficiente capacidad como para reconocer en las personas su verdadera esencia, entonces recién puede llegar a amar al Chaco y su gente hasta lo inimaginable. Eso fue lo que Gloria pudo hacer y recibió lo que es esperable a esta entrega en consonancia, una enorme solidaridad, un impredescible reconocimiento y la mayor estima y afecto que se puede dar a una persona que recién se conoce.
Terminó el día de clases y Gloria, ya podía decir que tenía nuevas amigas y esto sucedía en su curso de tercer año, el primer día de clases y en el Chaco.



                                               VI


Todas estas relaciones fueron in crescendo a medida que pasaban los días al punto que habían transcurrido apenas dos semanas de clases que Gloria ya fue invitada a la primera fiesta de quince de una compañera de su curso. Ya estaba instalada en él, ya tenía por fin un grupo incipiente de pertenencia y al decir de las palabras de una profesora inolvidable para ella, la señora Rueda, profesora de matemáticas, Gloria ya era "sapo de este pozo", frase célebre para el grupo que produjo cuando fue expresada al curso en pleno por la mencionada profesora, no sólo la risa de todos, sino la confirmación de la misma por parte de todos sus compañeros y la emoción de Gloria que por primera vez en su vida se sentía integrada a un grupo de su edad. Qué paradojas tiene la vida no? Había tenido que viajar mil kilómetros e instalarse a vivir casi en el medio del monte chaqueño para encontrar por fin su lugar en el mundo.
Pero no he vuelto sobre el tema de aquel joven a quien Gloria ya había elegido como el mejor, el más lindo, el que le gustaría desde ese momento. Porque así lo decidió, le gustaría y cuando lo vio de cerca y luego cuando cambió alguna palabra con él, muy pocas porque era de los que estaban mas "alertas" que ninguno, ´pudo comprobar que no sólo había hecho una elección de gusto por estética nada más, había sido su corazón el que había elegido y entonces comenzó a amarlo.
Su entusiasmo y su estrenado amor necesitaba saberes, conocimientos, detalles de su persona y más allá de lo que le contaron sus compañeras, en general porque no confió a nadie su secreto, comprobó por sí misma que Guillermo, así se llamaba, tenía novia, que ella se llamaba Estela y que estaba en el otro curso de tercer año el A. Ya allí comenzaron los sufrimientos  de Gloria por este hombre por el que no dejaría nunca de sufrir ni al que nunca dejaría de amar.


                                           VII


Gloria pasaría todo ese tercer año de la secundaria feliz por un lado, en cuanto a su integración a sus compañeros de curso. Era invitada a cuanto cumpleaños se hiciera, participaba y de una forma hasta protagónica a veces de todas las actividades que se realizaban para juntar fondos para el viaje de fin de curso en quinto año, tareas que por lo caro del viaje planeado se comenzaron en tercer año.
Lo que más recuerda Gloria de ese año es justamente esas reuniones sabatinas para hcer pastelitos de dulce que se hacían en casa de alguna familia del grupo cuya madre generosamente prestaba su cocina a esos efectos. Significaban mucho en cuanto a cohesión del grupo de compañeros y ya amigos pero para ella, representaba la posibilidad de ver en otro lugar que no fuera el colegio a su amado Guille. Por supuesto no sólo no faltaba nunca sino que también prestó su casa. Esas veladas de cocción de pasteles fueron inolvidables siempre para Gloria, porque fue en ellas y muy de a poco como no sólo conoció más a Guille sino que logró que Guille la conociera a ella, la viera tal cual era, con su humildad a pesar de su "porteñez", con su dulzura y quizás fuera descubriendo el amor que ella sentía por él, y quizás también algo en él comenzó a surgir.
Pero había algo insalvable que sólo salvó el destino para beneficio de Gloria, se llamaba Estela, quien siendo la novia de Guille nunca habría esperanzas para Gloria. Sin embargo llegó fin de año y a Estela le tocó vivir lo mismo que el año anterior a Gloria, tuvo que mudarse al Paraguay con su familia por razones de trabajo de su padre, Guille quedaba solo y Gloria pensaba que Dios le estaba dando una oportunidad para por fin lograr que Guille reaccionara y se diera cuenta del todo que tenía a su lado a una jovencita que ya hacía casi un año que lo amaba y que él ya era libre. Qué sentía, o si por lo menos percibía la existencia de Gloria en su vida, sólo Dios lo sabe. Gloria sólo soñaba en que él la amara.
Ese verano apenas vinieron ella y su familia unos días a Buenos Aires, cuando volvió a Sáenz Peña comenzó para Gloria el mejor año de su vida, el año en que Guille se enamoró de ella y el año en que vivieron su amor de una manera pura y platónica, eran tiempos de adolescentes vírgenes, y el amor físico era aún y más en esa ciudad distante del centro del país, una audacia para jovencitas como Gloria. Pero eso no fue impedimento para que ambos vivieran el amor más auténtico de sus vidas, el amor que por lo menos Gloria, jamás dejó de sentir, Gloria y Guille ya jamás se separarían a pesar de la distancia y el tiempo. Eso quedó demostrado y también el amor de esta pareja pudo demostrar que
por lo menos a veces... el amor sí es para toda la vida, Gloria por lo menos así lo piensa, lo siente y lo repite cada vez que menciona su nombre, más allá de todo lo que después aconteció en sus vidas.


Melan

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