La obra de cabecera es propiedad de la pintora naif Aniko Szabo y se llama Campo. Es la obra que más me agrada de todas las suyas. Melan

domingo, 30 de agosto de 2009

ASIGNATURA PENDIENTE


I.



Ese día Daniela se había levantado más temprano que de costumbre, lo cual ya era bastante decir dado que su horario habitual eran las siete de la mañana. Es que la noche anterior casi no había podido dormir, si bien tenía todo preparado, su ropa, su atachette, sus nuevas medias negras que realzaban sus torneadas piernas, todo su equipo de ropa interior novísimo y negro como gustaba usar; sus botas altas y negras, su pollera que marcaba sus armónicas curvas, una fina blusa al tono y un abrigo negro y corto ya que la incipiente primavera no hacía que necesitara algo más. Además hoy, seguramente haría calor y no hablaba más que del climático, pero que haría calor de eso estaba segura. Por último revisó tener cerca su carpeta de la facultad con sus papeles, la cual era imprescindible, no debía olvidarla, era sumamente importante.

Decidió salir de su casa, una hora antes de lo previsto, ella era así, demasiado puntual, tanto que ya, lo reconocía, era una manía. Jamás llegaba tarde a ningún lado, es más, lo usual es que llegara como mínimo quince minutos antes de lo decidido previamente.

Anochecía aún cuando tomó el primer colectivo hasta la estación de trenes que la conduciría al centro de la ciudad. Había previsto que desde allí tomaría un taxi, adonde debía ir era un tanto solitario en cuanto a edificios y no consideraba seguro hacerlo en ómnibus.

Llegada a la estación central, fue cuando desvió su destino habitual y en lugar de acomodarse en la fila del 62, colectivo que diariamente tomaba a esa hora o un ratito más tarde camino a sus cursos de la facultad, tomó un taxi y recién allí tomó consciencia de que por fin estaba por hacer lo que había soñado por años.


II





Daniela era casada con un hombre a quien no amaba, ni él a ella y ambos lo sabían. Habían tenido dos hijas, la primera enseguida de casarse y con toda la ilusión de que el primer hijo traería a la pareja el amor que le faltaba. Error, el primer hijo trajo amor para ese hijo, de ambos, pero nunca puede un hijo ser el responsable del amor de sus padres, son dos cosas muy distintas,
No obstante sus vidas transcurrieron más o menos normalmente durante seis o siete años. Ambos trabajaban y ella por lo menos, llenaba sus días entre su trabajo, su hija y su casa, su marido era un mal necesario, a veces hasta muy necesario sobre todo cuando la casa necesitaba pintura o el césped del fondo ser cortado.

Pero ella tenía algo muy íntimo y profundo guardado dentro de si, una antigua ilusión, un amor adolescente, su primer amor verdadero, un amor que nació a los quince años y que ya tenía casi treinta y seguía vigente...un poco extraño, se decía a sí misma, ya se me debiera haber pasado... De hecho al entrar a la iglesia el día de su boda prometió a Dios olvidarlo para siempre...nunca pudo ser fiel a esa promesa.

Hasta los dos años de matrimonio, con esfuerzo lo había podido enfrentar, cada vez que aparecía un pensamiento que se lo recordara, lo alejaba con toda sus fuerzas y lo lograba. Pero fue ese año cuando se dio cuenta del primer engaño de su marido, cuando cambió su promesa. Fue una gran discusión y ella tuvo la intención de irse con su hija, lo cual sólo le permitió llegar hasta la estación central, en todo el trayecto de ida y vuelta comprendió que esa pequeña que amaba intensamente, no tenía por qué ser la víctima de esa unión equivocada. Y entonces volvió. Hablaron una sola vez y salieron de viaje a Mar del Plata al día siguiente, nunca más se tocó el tema, pero nunca más ella volvió a ser la misma. Desde ese día se dio un permiso que nunca se retiró, el de poder pensar, recordar y hasta fantasear con su verdadero amor cuantas veces quería. Y así lo hizo desde aquel año en que tenía 28 años. Hacía cinco que se había casado y le era infiel a su marido con el pensamiento, pero no se sentía culpable, tenía la seguridad que él también lo era pero en la vida real, tangiblemente.

Pasaba el tiempo y ella cada noche antes de cerrar los ojos soñaba despierta con él y un posible reecuentro. Al día siguiente si tenía oportunidad miraba ropas y perfumes en las vidrieras siempre pensando en él, en su amor imposile, en el amor de su vida, al que no se resignaba a perder.


III
Muchas veces pensaba en la forma de restablecer contacto con él de manera telefónica, no sabía cómo hacerlo, su nombre no figuraba en las listas de su ciudad, fue cuando ella recordó a su padre, era médico y si bien vivía en una ciudad cercana sabía que no le negaría el teléfono de su hijo cuando supiera quién era. Se animó y lo hizo. No cabía en sí, cuando tuvo ese número en sus manos, temblaba, estaba muy emocionada, pero había un tema especialísimo, demasiado quizás ... estaba embarazada de su hija menor, ya llevaba cinco meses de embarazo su pancita era incipiente y su hija se movía intensamente en ella, por lo tanto, dedidió no contarle este significativo hecho de su vida. Lo llamaría sí, pero solamente sería un saludo de reencuentro, después de tantos años.

Decidió hacerlo una tarde mientras su nena mayor estaba en la escuela y su marido trabajando, pidió hablar con él, se lo pasaron, le dijo quién le hablaba y él no parecía recordar rápidamente su nombre, esto la desilusionó un poco, pero sirvió para que la conversación transcurriera sobre caminos normales, contando su casamiento, su hija, exceptuar su embarazo y saber que él aún no se había casado. Aunque con el tiempo ella llegó a saber que estaba de novio y que su noviazgo iba para muy largo, esto le hizo perder su sentido de culpa, ambos se habían ocultado algo de sus vidas presentes. Se pasaron los teléfonos y direcciones, y así comenzó una nueva relación epistolar que duró bastantes meses. Recién después del nacimiento ella le contó este hecho, él se sintió algo defraudado, ella lo notó, pero todo quedó ahí.

Siguió pasando el tiempo y las cartas y llamados se siguieron sucediendo, siempre en calidad de amigos, de viejos amigos que se contaban sus actuales vidas. Hasta que un día ella se despidió con "un beso y un abrazo muy profundo", estas palabras fueron impactantes para él que en la siguiente carta (que a ella le llegaban a lo de una amiga) decidió por fin decirle que todavía la quería y que ella había sido el amor de su vida.

Estas palabras fueron el mismo sol depositado en el papel para ella, sintió que su alma se elevaba y que su felicidad no podía ser mayor, a casi quince años de conocerse, el amor de su vida todavía la quería... Dios!! no, no podía ser tan feliz.

Este nuevo acercamiento hizo que se transformara ya en telefónico y esto aumentó en ellos el deseo de verse y el de estar juntos de una vez y para siempre -por lo menos para ella-.

Comenzó una etapa de furtivas llamadas telefónicas recíprocas que al mismo tiempo que crecían en frecuencia y clandestinidad, lo hacían en erotismo. Eran jóvenes, se amaban desde adolescentes y nunca habían podido concretar ese amor de manera física, no les quedó otro remedio que usar la imaginación y el teléfono comunicándolos, hizo el resto. Era tanta la pasión que se transmitían que esto sirvió hasta a sus respectivas parejas, si bien no es lo mejor estar con alguien pensando en otro, en una relación matrimonial que se tiene en vista no abandonar, todo sirve.

Esta situación iba cada vez más in crescendo y fue entonces cuando ella no lo pensó más y tomó la decisión. En una de las llamadas se lo dijo. Él lo aceptó, apenas arreglaron un horario y el resto lo hizo todo ella.


IV




El taxi llegó a tiempo, de hecho con bastante tiempo previo, suficiente como para tomarse un café, fumarse un cigarrillo y tratar de calmar un poco la ansiedad que la embargaba, pensaba en lo que estaba por hacer, en lo que significaba para su autoestima de mujer, de esposa y sobre todas las cosas...de madre. Pensó mucho en ello, pero sus hijas eran chicas, la menor un año y medio, la mayor apenas 9, qué pasaría si se enteraran? y si alguien la viera? Su marido tenía conocidos en todos lados...por Dios, qué nervios, qué angustia vivió en esos minutos previos. Tanto que decidió ir al baño a arreglarse el maquillage y darse un poco más de coraje mirándose al espejo, se veía linda, sus ojos verdes brillaban más que nunca al sol matutino, sus largos cabellos color ceniza caían con sus ondas sobre los hombros de una manera espontánea y sensual. Había elegido minuciosamente su maquillage, apenas una lámina muy fina de crema maquilladora del color entre rosado y levemente tostado de su piel, una pincelada de sombra verde seco en los ojos, un poco de rimmel, un leve trazo en los párpados inferiores con lápiz negro y su consabido color rosa viejo cremoso en sus labios, volvió a mirarse, el espejo le devolvía la imagen de una joven y por lo tanto todavía bella mujer; aunque el miedo y la angustia del hecho novedoso y audaz no lograba desaparecer de su rostro, pero quizás le daba aún más un carácter sensual al mismo, lo que hacía que muchas miradas masculinas se posaran en ella al salir al salón. Rogó que la partida fuera a horario.

Se puso en la fila del check in, chequearon su boleto y se trepó al micro que después de trasponer unos pocos metros de la pista la depositó justo al lado de la escalerilla del avión de Aerolíneas que en diez minutos partiría sin escalas rumbo a Resistencia.

Su único equipaje, su atachete cabía en la cabina, lo acomodó allí junto con su carpeta de la facultad, sostuvo bien su cartera, tomó y dejó inmediatamente en su lugar las siempre presentes revistas previsoras de un accidente y como esto era lo que más miedo le producía en la vida, siempre, no sólo ahora, los viajes en avión eran su fobia, decidió pensar en otra cosa. Resolvió rezar, comenzó a haerlo pero sintió que Jesús no la comprendería y que por lo tanto no era el ser más apropiado para buscar como ayuda a su angustia en ese momento. Decidió pensar en él, las horas futuras, cercanas y de a poco se fue calmando. Hasta que la maquina comenzó a moverse en la pista para tomar su rumbo y despegar. Este hecho a lo largo de toda su vida antes y después siempre fue el más traumático, esta vez lo vivía pero con una ilusión.

Al fin el jet de Aerolíneas alcanzó altura, y allá en los cielos, entre nubes, se sintió mejor, atrás estaba quedando su vida actual, presente, cotidiana y por delante tenía tan solo la felicidad, la que tanto soñó, allá la esperaba el hombre que ni el tiempo ni la distancia habían logrado que pudiera dejar de amar.


V




El sol se filtraba por las ventanillas del avión cuando la tripulación ya comunicaba que estaban a punto de aterrizar en el aeropuerto de Resistencia, que la temperatura ambiente era de 29 grados, (ella sabía que haría calor), y que el viento soplaba del norte, agradecían haberlos elegido y los esperaban pronto. En castellano y en inglés, Daniela se preguntaba si en ese viaje directo Buenos Aires-Resistencia de dos horas habría alguien que necesitara el inglés para entender, pero, reglas son reglas y hay que cumplirlas.

Bajó del avión con la esperanza de que la estaría esperando, su desilusión no amedrentó toda la energía que había puesto en ese viaje, así es que se dirigió al bar, eligió una mesa apartada y pidió un jugo de ananá, su preferido. Inmediatamente, sacó su celular y marcó su número, del otro lado contestó su voz, diciéndole que por favor lo esperara unos minutos que ya estaba en camino, no había podido deshacerse de una obligación de último momento.

El avión había partido a las 10.30 hs, eran casi la una de la tarde y el calor era insoportable a pesar del acondicionador.

Daniela bebió todo su jugo, fumó dos cigarrillos y de pronto vio una figura masculina acercándose que le decía "perdón señora me permite?" y acto seguido la besaba levemente en los labios. Conversaron dos o tres nimiedades sobre el viaje y decidieron salir de allí.

Subieron al auto y mientras conversaban ella sólo veía la ruta y el monte chaqueño que se extendía a los costados. No quería preguntar dónde iban, si cerca, lejos o si a otra ciudad, lo cual pensó dado que a esa altura él ya estaba casado también y ambos estaban viviendo una aventura totalmente clandestina para ambos. De pronto sintió que el auto viraba ráídamente a la derecha, un enorme portón se abría y desde una casilla un hombre hablaba con él, mientras lo hacían ella miraba ansiosa el lugar, era paradisíaco, metido en medio del monte habían construido un pequeño claro, donde a una distancia no inferior a los diez metros una de otras se levantaban unas hermosas casitas totalmente circulares, con puertas de dintel ojival, todas de ladrillo a la vista y techo de paja, eran unas verdaderas chozitas o mejor dicho bungalows, aunque siempre a Daniela le gustó llamarla "chozita". Le dieron la llave y partieron unos metros hacia adentro, se detuvieron junto a una, cuya única ventanita, cerrada obviamente, estaba pintada de verde y a su costado tenía un espacio delimitado para estacionar el auto.

Daniela no cabía en sí de la emoción, era su sueño hecho realidad, tanto soñarlo, tanto imaginarlo, tanto arriesgar y se estaba cumpliendo.

Entraron, él sólo le preguntó si le gustaba, ella comenzó a recorrer la chozita como si fuera una casa que estaba por comprar; todo lo que allí había no terminaba de asombrarla, cuando de pronto escuchó su voz que le decía: "¿por qué no venís aquí y me das un beso como la gente que todavía no me diste ninguno?"...



VI





Ese fue el comienzo de una tarde de pasión a raudales, caricias, ternura,  emociones, recuerdos y promesas, esa fue una de las tardes más hermosas y más recordables de la historia de la vida de Daniela. Él además de dulce y tierno era un hombre que sabía tratar a una mujer en esas circunstancias, ella lo notó y lo gozó. Su libido no podía estar más satisfecha en la vida, sus ideales femeninos se sintieron a pleno en todo sentido, la virilidad de Juance era infinita. No sólo hubo amor… hubo mucha pasión, en esa tarde tórrida chaqueña, por esa tarde hoy Daniela puede darle gracias a la vida...a pesar de todo...

Pero como en la vida nada dura eternamente, esa tarde tampoco fue eterna y llegó la noche, y el avión partía de regreso a Buenos Aires a las 20 para llegar al Aeroparque de la ciudad a las 10 de la noche y con suerte con un taxi Daniela llegó a su casa a las 10 y media, su marido recién llegaba y sus nenas ya se disponían a dormir, lo cual hicieron sin antes treparse a su cuerpo, abrazarla, besarla y preguntarle qué les había traído, sacó los chocolatines que compró en el Aeropuerto chaqueño, se fueron contentas a su habitación. Su marido casi imperceptiblemente porque estaba muy ensimismado en el partido le preguntó:

-¿todo bien? mucho estudio?

- Sí, los días previos a finales son los peores y ésta cátedra es la más dificil, ya te lo dije. Todo el día en la biblioteca, estoy rendida.-

Fue la respuesta de Daniela. Lito le contestó:

-Yo también llegué recién, mucho tránsito, pero ya comí y las nenas también, ahí quedó pollo si querés.-

-No gracias, contestó Daniela hoy estudiamos tanto que no doy más de cansada, no tengo hambre, me voy a dormir temprano, chau, hasta mañana-  beso en la mejilla y se fue a acostar;

-Hasta mañana replicó Lito-,

beso en el aire sin levantar la vista del televisor, el equipo contrario acababa de hacer un gol.


Melan

viernes, 28 de agosto de 2009

Navidad paseando con un amigo


Los calores del incipiente verano ya se hacían sentir en todo su esplendor en esta parte del continente, apenas se vivían los días finales de noviembre. Las clases recién terminaban y los niños, comenzaban a poblar calles y veredas no ya con sus guardapolvos blancos o sus disímiles uniformes de colegios privados, sino que desobligados de toda esa vestimente lucían aireados y felices las primeras prendas del auténtico verano que en veintún días por el almanaque estaría en Buenos Aires, pero que de hecho ya se convivía con él.

En las grandes ciudades como ésta, el espíritu navideño comienza a perfilarse justamente en ese mes, noviembre y lo hace a través de vidrieras pobladas de objetos, adornos, brillos y guirnaldas que nos llevan a caer en la cuenta de que la Navidad ya llega otra vez.

Comercios de todo por dos pesos, donde se venden innumerables de antiguos y nuevos elementos para adornar el árbol, shoppings, supermercados y jugueterías con todo lo más nuevo en el ramo que hacen las delicias de los pequeños que de las manos de sus madres no hacen más que repetir que éste o aquél juguete preferido sea comprado. Las madres sostienen sus manitas y repiten interminablemente "pedile a papá noel, acordate que tenés que hacerle la cartita". Y mientras el chiquilín se entusiasma con los juguetes la mamá, intenta con esfuerzo acercarse a la vidriera contigua en donde observa con atención, un mantel y unas copas que seguramente quedarían perfectas en la mesa navideña.

Más avanzado diciembre todo este paisaje toma cada vez más color y ya para el día 24 en lo único que se piensa, niños y adultos es en las fiestas, Nochebuena y Navidad de las que ya estamos en las vísperas.

Ese día, 24 de diciembre al mediodía, Juancito buscaba denodadamente su último cuaderno y se disponía a hacer la consabida carta a papá Noel, a quien ya tenía previsto pedirle unas cuantas cosas ese año. Comenzaría por una nueva bicicleta, ya que la anterior estaba un poco vieja y sobre todo anticuada, un par de nuevos patines también y por último un celular, que a sus diez años, sus padres venían prometiéndole desde los ocho sin cumplir.

Entusiasmado con sus casi seguros regalos, escribió apurado la carta, la ubicó en un sobre y la dejó en un lugar bien visible del árbol de navidad, que junto con el pesebre, un poco escondido en el fondo relucía sin cesar en medio de infinidad de adornos.



Llegó la noche, Juancito no cabía en sí de angustia esperando las doce de la noche para recoger sus regalos, no le importaban ni las apetitosas y bien presentadas comidas que su madre se había empeñado en preparar especilamente y ni siquiera, por lo menos a esa hora, luego sí lo sería y mucho, le llamaban la atención la hilera de botas rojas de papá noel cargadas de chocolates y golosinas que su mami tampoco nunca olvidaba.



A eso de las nueve de la noche, su impaciencia era tal que salió al jardín a mirar el cielo y ver si estaba viable para el viaje de su gordito amigo, el del trineo, el que representaba para él la Navidad, Papá Noel, quien nunca en sus diez años le había fallado. Fue en ese instante en que mirando al cielo pensando aquello, sientió muy cerca suyo una presencia, se dio vuelta con cierto temor y escuchó que este hombre le hablaba y le dicía que no tuviera miedo, era joven, vestía de una manera un tanto extraña, pero su voz, su rostro y lo que le decía le inspiraba una infinita confianza. Lo escuchó. Este hombre lo invitó a hacer una caminata y conversar un rato, le preguntó por su familia, por sus amigos y hasta por su escuela, y así caminando y conversando llegaron al final de la ciudad, allá donde se encuentran atiborradas infinidad de barrios llamados "villas" y donde viven gentes de muy bajos recursos. Cuando notó esta situación sintió temor y quiso huir pero el hombre lo calmó y le dijo que no se asustara que allí todos lo conocían y no le harían ningún mal.

A esta altura, la mayoría de las familias ya cenaban y Juancito notó con sorpresa que en la mayoría de las mesas la gente rezaba antes de cenar, agradeciendo a Dios esa Navidad, que traía nueva esperanza al mundo. Recordó en ese momento palabras dichas alguna vez por el cura de su colegio sobre este tema, pero no podía saber por qué no lo relacionaba con la Navidad.

Miró con su nuevo amigo por una ventana de una de las casillas, como muchos de los niños que cenaban, ya terminaban de hacerlo y se retiraban a descansar,¿ Pero cómo? se preguntó Juancito, ¿no abren los regalos? Su amigo, que ya a esta altura lo era, le hizo ver que no había regalos, y en algunos casos ni siquiera había árbol, lo que no faltaba en ningún hogar era el pesebre y cada chico antes de irse a dormir besaba al niño recién nacido y todos juntos le decían: "¡Feliz cumple Jesús!" "hasta mañana, te quiero mucho". Juancito no salía de su asombro. Preguntó a su amigo si allí no llegaba nunca papá Noel, y por qué aunque no llegara esos niños igual se veían satisfechos y le decían feliz cumpleaños al niñito del pesebre.

Fue entonces cuando el hombre que acompañaba a Juanito, le propuso volver a su casa, y en la larga caminata que lo llevaba a su casa, le explicó muchas cosas, todas verdades muy importantes para Juanito y para la humanidad toda, pero por sobre todas las explicaciones la que más guardó Juanito en su corazón fue aquella de que ese día el 25 de diciembre, no era solamente el día que venía papá Noel a traer regalos, era en realidad el día más importante de la historia de la humanidad, porque era el día en que Dios mandó a su propio Hijo al mundo y lo envió a través de la Virgen María y concediéndole a José el privilegio de ser su padre adoptivo. Le contó también que más allá de cualquier celebración ostentosa que podamos hacer, nunca debemos olvidar esa, esa celebración, la más importante, la del Nacimiento nada menos que de Jesús, el Hijo de Dios que vino al mundo a salvarnos del pecado y a darnos la esperanza de la vida eterna. Allí Juanito entendió, que siempre debía dar gracias, no sólo por los regalos recibidos, no por ese señor simbólico que es papá noel sino por el sacrificio de sus propios padres, pero antes que nada debía siempre recordar este día tal cual este señor se lo había explicado y tal como él mismo había podido observarlo en los barrios pobres donde no recibían juguetes ni regalos, pero le decían Feliz cumpleaños!! al niño Jesús nacido en un pesebre muy pobre y que este año estaba cumpliendo ...2010 años.

Llegó a su casa, todos estaban alborotados por su ausencia, intentó explicarles dándose vuelta para presentarle al señor que lo había acompañado en ese paseo tan corto e importante al mismo tiempo, pero no vio a nadie, no pudo ver absolutamente a nadie...solamente alcanzó a ver una luz intensa que se elevaba al cielo y allí se perdía con inusual rapidez.

Desde ese día Juanito nunca olvida reunir juguetes entre sus amigos e ir a repartirlos con sus padres a esos barrios que conoció y jamás, jamás olvida elevar una oración y decirle al niño recién nacido que preside su infaltable pesebre... !Feliz cumple Jesús!



Dana



(Para concurso debe ir Melan)



LA CARTA...


I

Ella siempre lo amó, desde que lo conoció a los quince años. De hecho él fue su primer amor y al cabo del tiempo descubriría que el único verdadero, auténtico amor. Amor platónico al principio y realizado en besos furtivos y caricias escondidas después. Nada de sexo, no era propio a esa edad en aquellos lejanos finales de los sesenta. Vivieron ese amor tan adolescentemente ingenuo y pleno al mismo tiempo solamente siete meses, de mayo a diciembre del sesenta y nueve. Demasiado poco tiempo para que durara tanto en su corazón, en su mente, en su conciencia diaria, nunca sabría por qué, quizás tenía alguna explicación psicológica, mística o simplemente personal. Lo cierto fue que ese amor duró en su alma cuarenta años
Pero volvamos al principio. En diciembre llegó la partida obligada de ella por razones de trabajo de su padre, nuevamente a la gran ciudad, a los viejos amigos, al antiguo colegio...que ya nada le importaba, porque sólo le importaba él, de quien se abrazó aquella noche como queriendo aferrarse a un presente que ella sabía, presentía que sería pasado en unos instantes y después de ello no habría futuro para ese amor tan profundo nacido en su corazón. Lloró literalmente todo el tiempo desde que conoció la noticia del traslado hasta que su madre debió arrancarla de los brazos de él, que tampoco quería dejar de abrazarla, sí, el amor era mutuo, en la adolescencia viven tanto la mujer como el hombre los amores más fuertes, más inolvidables, la adolescencia tiene la fuerza del huracán para sentir amor, es su tiempo y su espacio y separar a dos adolescentes que se aman puede ser lo peor que le suceda en la vida a esas dos personas, solo y sencillamente porque son adolescentes. En otras etapas de la vida las cosas son distintas, intervienen otros factores y la separación puede superarse. Pues a ellos les ocurrió a los dieciseis y dieciocho años respectivamente, ese hecho marcaría sus vidas.
Su madre, un mujer inflexible, la arrancó de los brazos de él y ordenó al chofer que arrancara el auto, los jovencitos de aquella época aún hacían lo que sus padres ordenaban, aunque empezaba el cambio en este sentido, era muy pronto aún para una chiquilla sumisa y débil de carácter como ella. Feos tiempos aquellos para los jóvenes así, progresivamente estas costumbres cambiaron y más allá de las diversas situaciones que en la actualidad esto provoca para mal o para bien, hoy los padres son más abiertos y los adolescentes más libres. Los límites son necesarios, pero la imposición autoritaria es injusta.
Si sus padres hubiesen pensado tan sólo un poco en ella, en su hija, en sus sueños, si hubieran tenido en cuenta ese amor aunque sea brevemente, amor jovencísimo pero genuino, lo demostró luego la vida, toda su existencia y su camino hubiese sido diferente y seguramente también su final.

II


Durante un año, ella vivió sólo para esperar al cartero y únicamente sus cartas, la mantenían viva. Tenía diecisiete años y ya conocía el dolor de una pérdida, que sería la primera de una cadena casi sin fin. Ese mismo año, mientras enviaba cartas y recibía las de ella llenas de palabras de amor y de promesas y juramentos de fidelidad, él se debatía entre estas cartas y la instigación de sus amigos a olvidarla, según ellos ya estaba todo perdido, ella seguro ya lo había olvidado. Estas burlas y sus pocos años hicieron el resto, buscó nuevos encuentros femeninos y como es de imaginar lo encontró rápidamente. Al fin se olvidó de ella y encontró otro amor...o algo parecido, daba igual
Ella se enteró por una amiga común y conoció por vez primera el dolor de perder al ser que más amaba, el tiempo le traería otras pérdidas y sus consecuentes dolores mucho más lascerantes aún, muchísimo más. Quizás, ahora lo pensaba, todo esto no fue más que una preparación para poder sobrevivir después. Al fin el que ha sufrido sabe que el dolor hace más fuerte cada vez al ser humano, hasta que un día superados los límites la persona cae y termina definitivamente de alguna manera con su vida.
 No sólo el suicidio es ejemplo de esto, hay muchos que vagan por el mundo como vivos, pero están muertos en vida, son sólo pacientes cuerpos en una espera ansiosa por el final definitivo.
 A pesar de todo, ella esperaba, soñaba y se esperanzaba en soledad. Fantaseaba con un reencuentro acorde a tamaña expectativa y a este gran amor. Esta fantasía duro varios meses, un día intentó hacerla realidad, convenció a sus padres a volver a ver unos amigos al antiguo pueblo. Viajó con ellos, se encontró con él...pero nada fue como lo había imaginado, nada era igual, hasta le pareció extraño el lugar del que tantas vivencias guardaba en su memoria joven. Recordaba aquella canción que cuenta que cuando "... uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, entonces comprende cómo están de ausentes las cosass queridas..." qué cierto era aquello, todo estaba ausente, sus amigos, la escuela, él estaba ausente, porque estaba pero era igual que no estar, porque tenía un nuevo amor y eso, bueno eso la lastimó más que nada ni nadie lo había hecho hasta ese momento en su vida.
Pasaron dos años, no volvieron a verse, ella sólo soñaba con él y comenzaba al mismo tiempo una nueva vida, facultad, trabajo y su único hermano gravemente enfermo llenaban sus días. Cómo estaba él? Qué hacía con su vida? Quién podía saberlo. Ella, sólo por medio de una amiga se enteraba a veces de algunas cosas. Sabía que cursaba la carrera de arquitectura en su ciudad, que ya se había alejado de aquella nueva relación y que vivía en una pensión universitaria. Un día de ese año, ella se enferma, la internan, la visita la amiga común que lo sería de toda la vida al fin, le cuenta su pena de amor y su amiga le propone ayudarla, entrecruza direcciones y conecta nuevamente a los antiguos enamorados, que vuelven a escribirse, cartas por supuesto, en los setenta la gente aún se conectaba por este medio o el teléfono, pero ellos preferían las amorosas cartas dobladas de manera especial cuando eran entre enamorados, las largas cartas sobre todo de ella, verborrágica y expresiva como pocos.


III


Al principio el trato era amistoso, hasta que un día pasados unos meses ya, sin saber cómo ni por qué se estaban declarando nuevamente su mutuo, antiguo y permanente amor, ninguno de los dos había dejado de hacerlo por el otro. Ninguno de los dos había olvidado al otro. Sus sentimientos seguían intactos. La vida volvió a todo su cuerpo. Su carita y sus ojitos de niña dulce se transformaron, su piel, su rostro, todos sus poros destellaban su amor. Ese sentimiento la embellecía y ella lo notaba y se desvivía porque él la viera así. La enfermedad de su hermano era la única nube que empañaba en parte el brillo de ese inmenso sol que reinaba en su vida, el del amor, de su amor, el único de su vida desde hacía ya cinco años.
Tenía veinte años, estudiaba filosofía y trabajaba como empleada administrativa en una pequeña empresa, pero todavía no conocía el amor físico, la entrega sexual la reservaba para él. Ese era su sueño. Deseaba que él fuera el primero y su romanticismo la llevaba a pensar que sería el único y para siempre.
Un mayo frío y lluvioso, un feriado largo se acercaba, ella ya era económicamente independiente de sus padres; él todavía no, estudiaba arquitectura y las clases teóricas sumadas a las largas horas en el taller no dejaban tiempo libre para trabajar, además su padre médico podía costearle los estudios, esto representaba una dependencia que a él le molestaba pero no tenía otra opción que aceptar la ayuda paterna hasta recibirse. Ella lo entendía por eso pensó en ofrecérselo a él. Viajar a su ciudad, a su capital de provincia, llegar el viernes a la mañana y quedarse con él hasta el domingo a la noche. El lunes ambos retomarían sus obligaciones habituales, pero, pensaba ella, con un paso distinto. Se habrían reecontrado al fin como los dos lo deseaban desde hacía ya mucho tiempo. Soñó tanto con esos tres días...imaginó todo, el lugar, el momento, la ropa que vestiría. Su imaginación volaba junto con su alma y su corazón que palpitaban el reencuentro tan ansiado, tan esperado, tan soñado. Las cartas de él llegaban semanalmente contando sus avatares universitarios, las noches sin dormir haciendo proyectos en sus planos, apoyado en su caballete muchas veces se quedaba dormido y mientras narraba sus días, intercalaba los "te quiero" como comas, como signos de puntuación y con el objeto de que no le faltaran, de que lo sintiera como si estuviera a su lado, ya que le faltaba su presencia y a él la de ella. Así eran sus cartas de dulces y expresivas. Le reiteraba continuamente su amor y su deseo de verla, de estar juntos, de amarse de una vez y para siempre. Ella no tenía ninguna duda, le contaría antes por carta su decisión de ir, solamente para que prepare todo lo que le sea necesario preparar anticipadamente y esto, a su entender, seguramente sería la mejor noticia que él podía haber recibido de ella. Ambos no solamente se amaban, se necesitaban mucho ya. Ella a sus veinte años recién cumplidos y a su dulzura natural, había que agregar los cambios sustanciales en toda su figura, se cuidaba mucho para estar bella para él y lo lograba. Es que el amor la ponía linda, lo hace con todas las personas, el amor embellece a la gente, la mirada tiene un brillo especial y la sonrisa acusa una felicidad interior que solamente los enamorados la tienen.

IV


Preparó con mucha anticipación ese viaje, para que todo saliera perfecto. Compró vestidos, lencería y calzados todos nuevos que realzaban su cuerpo joven y esbelto. También eligió un regalo para él, un cenicero para sus largas noches de café y cigarrillos frente al tablero del taller. Habló con sus padres, decidió comunicarles su decisión, el pedido de permiso le parecía innecesario, se sentía independiente ya y además interiormente les recriminaba esa separación intempestiva de él y ese regreso a la ciudad de la cual no había sido ni siquiera consultada. Deseaba mucho irse de su casa, hasta hacía planes a largo plazo que pensaba compartir con él cuando estuviesen juntos y no dudaba de que él aceptaría su ofrecimiento. Tanto lo amaba.
Le escribió quince días antes de la fecha prevista para el viaje, para darle tiempo a organizar sus cosas, sus obligaciones, sus días libres. Le contó en esa carta su intención de viajar y todos sus preparativos y sueños. A la semana siguiente, como todos los martes, recibió correspondencia, llegaba su carta. Sus manos temblaban más que nunca imaginando sus palabras: "Sí, mi amor, te espero ansioso", o quizás le diría: "sólo decime fecha y hora de llegada, yo tendré todo preparado para esperarte amor mío y no te olvides de decirme la compañía de micros en que viajarás." Ella pensó también en alquilar una habitación en la misma pensión estudiantil que él vivía, era mixta, y ella también era estudiante al fin y al cabo; y la piel se le erizaba al imaginarlo caminando en las noches a hurtadillas para no hacer ruido, hacia su cuarto. Imaginó todo, cada detalle de ese viaje y cada uno de estos sueños se agolpaban en su mente todos juntos, mientras trataba de abrir el sobre sin romper su contenido.



V

 Imaginó , proyectó y soñó tanto que su ansiedad era extrema, una sonrisa se dibujaba enorme en su boca, la que conforme iba leyendo su carta, mudaba lentamente a mueca deteniéndose en la expresión misma del dolor, uno a uno, lentamente iban destruyéndose sus sueños, cada renglón era una copa de cristal que caía al vacío y se rompía con tristísima pena, cada frase era una flor arrojada a un oscuro y hondo pozo, frío y sombrío donde ella también, simultáneamente caía vertiginosamente. Al terminar de leerla, cerró los ojos, no quería llorar, no quería ver dónde estaba, no quería creer que esa respuesta era real...no quería seguir viviendo. Todos sus sueños yacían en pedazos dispersos por el suelo negro y húmedo del profundo pozo de tristeza, dolor, desconsuelo y decepción que sentía muy dentro de sí. La desolación era infinita.
 El, en pocas palabras le decía que no podría recibirla, que se le complicaba porque justamente tenía previsto un viaje ese fin de semana al pueblo donde se conocieron. Supuestamente la intención era comprar ropa para el casamiento de un amigo que se realizaba al mes siguiente y del cual él sería uno de los testigos. Le decía que lo dejaran para el próximo feriado. Sí, ella se hizo las mismas preguntas, "¿no puede ir otro día? ¿es más importante esa compra que vivir nuestro amor finalmente realizado en cuerpo y alma? o...quizás...sí...seguramente ¡hay otra mujer!" y todas sus promesas fueron una mentira y todo este amor expresado en cartas fueron solo un juego en el que ella cayó inocentemente por estar enamorada. No podía analizar nada fríamente, su desconsuelo era tal que sólo pensamientos negativos brotaban despidados de su mente, no, no existía ya posibilidad alguna, no había retorno para esta situacioón a su entender primero y definitivo. ¡Cuántas veces se arrepentiría después de esa decisión tan apresurada! Pero somos esclavos de nuestras decisiones y armamos nuestras vidas en su mayoría por ellas, por eso luego de entender esto ya nunca más culpó al destino.
 Por supuesto que ella nunca más le escribió. El sí, ante la ausencia de sus cartas y de su respuesta a la última atinó un intento de nueva explicación y reclamo de razones de falta de comunicación por parte de ella. Ella terminó la relación con una carta tajante donde le explicaba todo lo que sentía, todo su desencanto, toda su decepción. Se despedía de él. Daba por terminada esa relación, aunque aún lo amaba y lo haría como lo había imaginado de muy chica, para siempre.
Luego de esta última carta ella lloró nuevamente, sin consuelo, como cuando su madre la arrancó de sus brazos, esta vez era otra persona, otros motivos, pero nuevamente la arrancaban de sus brazos. Esta vez el "duelo" duró varios meses.

VI

 Luego, decidió buscar un nuevo amor, un reemplazo, un amor que le ayudara a olvidarlo y también que la hiciera mujer, ya no había por qué guardarse para él. Para qué? A él no le interesaba. Encontró ese amor, o enamoramiento mejor dicho, que efectivamente le hizo conocer el amor completamente y fue tan lejos en ello y era tanto su desconocimiento sobre el tema, que quedó embarazada. Ella no estaba enamorada, no quería un hijo, no se sentía preparada, estaba muerta de miedo, no podía ir con el tema a sus padres a ellos los absorvía la enfermedad de su hermano y el padre de su hijo, quizás por su inmadurez o quien sabe por qué, la dejó sola. Durante un mes vivió nuevamente una de las angustias más grandes de su vida, estuvo a punto varias veces de terminar abruptamente con todo, ella y ese hijo que llegaba sin ser llamado, recorría sola las calles de la gran ciudad, se sentaba en los bancos de las plazas a llorar, no sabía qué hacer, se sentía más sola que nunca en el mundo.
 Así, en estas circunstancias se le acercó un hombre, cinco años mayor, un compañero de trabajo que hacía tiempo la buscaba y se refugió en él. Le contó ya en el primer encuentro su situación y el consejo de él la convenció e hizo lo que después se arrepentiría toda la vida, se deshizo del hijo que llegaba sin ser buscado y se puso de novia con su compañero aunque no lo amaba, siempre supo que nunca lo amaría como a él, pero se sentía agradecida y ya no quería seguir esperándolo, él ya le había dado suficientes pruebas de su ausencia de sentimientos. Debía mirar al futuro y el futuro era este compañero devenido en novio por obra de la mutua atracción y el agradecimiento que ella tenía por él. Dos únicos ingredientes con los cuales es casi imposible construir una pareja y luego una familia. Pero lo hicieron...por lo menos unos años, no tan pocos como podría imaginarse. Estuvieron de novios casi tres años, se casaron.
 Ella vestía sencillamente, hacía seis meses había fallecido su querido hermano, no quería fiesta pero sí lo hizo frente al altar. Cuando abrieron las puertas de la iglesia y ella ingresaba del brazo de su padre, mirando fijamente la cruz que tenía enfrente, prometió a Dios olvidarse para siempre de él y vivir sólo para su esposo y la familia que estaba a punto de formar. Así lo hizo, aunque el amor era sólo un tibio cariño y al fin... una especie de costumbre.
 Tuvieron dos hijas que fueron la luz que alumbró la vida de ella, desdichada como mujer, pero felicísima como madre...hasta que una de esas luces se apagó tempranamente. Una corta pero dolorosa enfermedad se llevó a su hija mayor de apenas dieciseis años. Este dolor infinito la acompañaría el resto de su vida, pero continuó a pesar de ello, con ayuda terapéutica, con una inmensa fe y sobre todo con un inconmensurable amor por su hija pequeña, salió del nuevo pozo al que había caído y no sólo crió a su chiquita sino que hasta terminó sus estudios de filosofía que había comenzado hacia ya muchos años y que estaba a punto de concluir cuando se fue su ángel.

VII

Terminó sus estudios universitarios a los 46 años, cuatro años después de que se fuera su hija. Su marido decidió abandonar todo, a ella y a su hija menor, casi inmediatamente de que ella se recibiera. Se fue al interior y formó una nueva familia. Su nena sufriría muchísimo este alejamiento y ella se sintió desvalida, otra pérdida e iban... ya eran varias.
Actualmente ella es una mujer madura, vive en la antigua casa familiar con su hija ya adulta, no volvió a formar pareja, vive de su magro sueldo de profesora universitaria y de sus recuerdos. La única que le saca una sonrisa es su hija que sigue siendo la luz de su vida, aunque cuando se vive con la mitad de la luz...implica vivir eternamente en penumbras. Vive casi recluída, su salud es muy vulnerable, sale lo menos posible de su casa, salvo para trabajar y de tanto en tanto...todavía murmura despacio su nombre, el de su único amor, Juance.
El también se recibió, siguió soltero hasta pasados los cuarenta años, luego se casó con quien fuera su novia desde hacía nueve años, un embarazo imprevisto apuró el trámite. Hoy maduro también, tiene dos hijos adolescentes y un puesto importante en la compañía constructora en la que trabajó desde estudiante. Ella no sabe mucho de él, pero sabe que no está solo, consiguió un lugar en su profesión, tiene una familia y continúa con su pareja después de diecisiete años.
Quizás alguna vez la recuerde, aunque ella piensa que solamente cuando se encuentra con algún antiguo amigo común del viejo pueblito de sus andanzas adolescentes.
Ah! Lo olvidaba... su amigo, a quien él salió de testigo de casamiento y por quien no pudo rebirla aquel fin de semana, se casó en esa oportunidad tal cual él lo había contado y... se divorció al año siguiente.




Melan